Fig. 1
Fig. 2
Fig. 3
Fig. 4
Fig. 5
Hace no mucho tiempo que mis padres me llevaron a una fiesta muy divertida en la azotea del tito Jesús Algovi. Lo estaba pasando de maravilla bebiendo unos tragos, contando chistes y cantando flamenco cuando llegó un gigante malo, malísimo y me arrancó de los brazos de mamá, quien inmediatamente mostró un tremendo rictus de dolor (Fig. 1). Una vez en sus garras, me metió en un bote de sangría para darle más sabor a dicha bebida (Fig. 2). No contento con eso, me quiso clavar un pincho y cocinarme a las brasas (Fig. 3). Sin embargo, logré hacer un movimiento estratégico y colocarme en posición de darle una tremenda mordida en el brazo que hizo que por fin me soltara (Fig. 4). Gracias a los adelantos de la tecnología en la
Figura 5 podemos ver con todo detalle el daño que pueden llegar a hacer mis fortísimas mandíbulas. Al final fumamos la pipa de la paz e incluso le permití que me usara de guitarra tal y como este vídeo lo muestra: