Hay veces en que uno escucha la llamada de la selva y no puede hacer otra cosa que acudir. Hace unos días, en plena performance del Maestro Jesús Algovi, me dio un apretón y tuve que aflojar el cuerpo y dejarme ir. Papá y mamá buscaron desesperadamente un sitio para cambiarme y no hallaron más que un jardín del museo de arte contemporáneo. Heme aquí, sobre la hierba, antes de comenzar dicha maniobra.... Nótese que a papá le encanta el trajecito verde de rayas y no me lo quita ni para dormir. Desgraciadamente ya no me cierra porque estoy ganando peso a una velocidad vertiginosa.
martes, 7 de abril de 2009
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