De todos los cuidados que hay que procurarme, el que menos disfruta papá es el de cambiarme el pañal. ¿Por qué será? El sábado pasado no pudo escapar a tan necesaria tarea y, justo cuando me había quitado el pañal sucio y se disponía a colocarme uno limpio pensé "aquí va esto, papá, para que te sirva de escarmiento": apreté los intestinos con todas mis fuerzas y comencé a vaciar mis entrañas sobre él con una fuerza que ni yo sabía que tenía! El espectáculo era similar al momento en el que, después de un corte de agua, uno abre el grifo y éste comienza a "escupir" agua debido al aire que se ha quedado en la tubería ya que, como todos ustedes saben, los desechos de un neonato son más bién líquidos. Papá comenzó a gritar, desesperado, y corrió hacia el baño conmigo en brazos. En ese momento seguro que se le vino a la cabeza aquella famosa canción que dice: "Ojalá que llueva café en el campo". Cuando se disponía a meterme bajo el chorro de agua, apreté de nuevo y le di un segundo baño de "barro". Resignado, no le quedó otra que mojarme, secarme, cambiarse la ropa y limpiar a fondo todo. Desgraciadamente (o afortunadamente) no cuento con ningún documento gráfico para ilustrar esta nota así que eché mano de una imagen de archivo. Bravo papá! Eres un valiente!
martes, 7 de abril de 2009
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