Nada más llegar a México me convertí en el rey de la casa de mis abuelos. Al día siguiente de nuestro arribo se echaron todos, aún “empijamados”, encima de mí para darme mi primer baño mexicano en la bañerita que amablemente me regalaron mis tíos. Me metieron en el agua, me secaron, me peinaron, me perfumaron y me vistieron. Como pueden ver, señores, me dejaron hecho un pincel!
viernes, 25 de septiembre de 2009
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